La gente gusta del espectáculo, es atraída por lo novedoso y seducida en base a sus propios intereses. Cristo presenta la solución para el espíritu de la humanidad. El perdón y la reconciliación de todos con Dios sería posible de una vez por todas; sin embargo, la sociedad no lo comprende e interpreta su mensaje como ella quiere, cual si leyera sus palabras bajo una lupa de conveniencias.
De las multitudes presentes en el templo, muchos creyeron en él. «Después de todo —decían—, ¿acaso esperan que el Mesías haga más señales milagrosas que las que hizo este hombre?».
Juan 7:31
Lo mismo las autoridades religiosas, amparadas en sus tradiciones y sus leyes, interpretan que Jesús es un peligro en lugar de la solución, sobre todo porque el hombre que tienen al frente significa un desafío para su autoridad.
Cualquiera que presente frente a ellos la verdad, resulta un enemigo poco conveniente para los grandes mercados de la fe, resulta en frustracion porque peligra su posición ante la sociedad.
A eso se debe su miopía espiritual. Los religiosos se confunden y temen tanto que creen que es mejor acabar con el Cristo.
¿A qué se refiere cuando dice: “Me buscarán pero no me encontrarán” y “no pueden ir adonde yo voy”?».
Juan 7: 36 NTV
La conveniencia de la gente y la idiotez religiosa se coluden para decirle "no" a la verdad.
En estos tiempos hay algo que la gente no está tomando en cuenta. Los líderes religiosos son personas y necesitan ayuda. Pareciera que a la gente no le gusta saber esto, prefieren ver al líder, ministro o pastor a cargo como un superhéroe sin fallas, capaz de vencer todo obstáculo y toda prueba de la vida. Esto es una fantasía totalmente alejada de la realidad.
La mala noticia es que no existen líderes religiosos así.
La verdad está en que estos buenos hombres, al desear influenciar sobre numerosas personas con el evangelio del Señor, empiezan por dar conferencias haciéndose conocidos en las redes sociales, escriben libros y adquieren fama, para luego terminar gastando su fuerza en mantener su imagen en lugar de alimentar su propio espíritu.
Esta es la desgracia de la religión en nuestro tiempo.
Para conquistar al mundo hay que vivir la experiencia constante de conquistar el alma propia.
Para seguir el camino correcto hay que creer cada vez más en Cristo y esperar cada vez menos del hombre, mientras lo amamos y cuidamos como a uno mismo.
Abrazos
Pedro Sovero
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